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martes, 25 de febrero de 2014

Resistencia

No sé si os pasa lo mismo que a mí, pero cada vez que veo una antigua construcción militar no puedo evitar en pensar en la cantidad de historias de carácter bélico que se deben de haber dado en su interior. Luchas internas, defensas de reinos, traiciones, conjuras, pasiones... amores... :-)

Este podría ser el caso del gran castillo de Almonacid, pueblo cuyo nombre original era Almenas del Cid.

La leyenda dice que el nombre de Almenas del Cid se debe a que un señor llamado Rodrigo Díaz de Vivar... más conocido como El Cid Campeador, expulsó del interior del castillo a los musulmanes.

Realidad o leyenda, sólo diciendo esto ya supondréis que el castillo tiene una antigüedad de unos 1000 años. De hecho, las primeras noticias sobre este castillo son del año 848 así que, como imaginaréis, el castillo es de origen musulmán y servía como punto de vigilancia de un antiguo camino a La Mancha.

Este es un ejemplo de castillo en el que se han vivido muchas historias con tintes como los que comento arriba. Pasó por muchas manos hasta que, ya bajo control cristiano, Alfonso VI lo donó a la Catedral de Santa María de Toledo, y después reformado en el siglo XIV por el arzobispo de Toledo, don Pedro Tenorio. Más tarde fue utilizado como prisión para don Alfonso Enríquez, hijo bastardo de Enrique II de Castilla, apresado por su hermano Juan I de Castilla.

En el siglo XVIII pasó a ser parte de las propiedades de los condes de Mora. En 1809 fue testigo de la Batalla de Almonacid, en la que las tropas del general español Venegas, refugiadas en el castillo, fueron derrotadas y el castillo finalmente conquistado por las tropas francesas.

La dificultad de la foto que os muestro a continuación estuvo en repartir de una forma aceptable la iluminación, teniendo en cuenta la amplia superficie que había que iluminar, así como las diferencias encontradas en las paredes de la torre. Es decir, no es una torre homogénea en lo que a materiales se refiere, por lo que la capacidad de absorción de luz por parte de la torre es desigual por zonas.

La iluminación la hicimos entre 2 personas. Una a la derecha, con una mini-maglite, y otra a la izquierda con una maglite 3D. Esta, además, tuvo que encargarse de salir corriendo hasta el interior de la torre para disparar un flash al que previamente se había colocado un gel CTO de 1 paso.

Como imaginaréis, para conseguir ese tono azul del cielo, teniendo en cuenta que se ha iluminado con linterna de xenon, se colocó el balance blancos en la cámara a una temperatura de aproximadamente 2900K.

Antes de acabar, ¿quieres ver dónde colocamos la cámara antes de que se hiciera de noche? Pulsa en:

Antes de...



Los datos EXIF: 

Cámara: Canon 500D 
Focal: 11 mm 
Exposición: 42 sg 
Apertura: f/2,8 
ISO: 800




miércoles, 19 de febrero de 2014

El color de una batalla

Durante todas estas semanas hemos hablado de la importancia de muchos detalles técnicos a la hora de hacer una fotografía nocturna. Sin embargo hay un elemento del que no hemos hablado y que, en mi opinión, no es menos importante que cualquier otro en la creación de una foto. Estamos hablando del nombre de la foto. Puede parecer algo banal, pero no lo es. Y es que hay fotos y fotos. ¿Cuántas podemos disparar en un viaje a, por ejemplo, Roma? ¿Cien? ¿Mil? ¿Dos mil? ¿Y cuántas de esas fotos serán especiales? Sí, por supuesto, seguro que el 80-85% de esas fotos serán especiales. Recrearán momentos que hemos vivido, monumentos que posiblemente habremos admirado... Pero esas mil fotos, ¿serán tan diferentes entre sí como para poder evocar un momento diferente? Cuidado, no digo que no sean importantes todas y cada una de esas fotos (o, al menos el 85% del que hablaba antes :-)), pero al final las podremos clasificar como "Viaje a Roma". Como mucho podremos clasificarlas por temática dentro de ese "Viaje a Roma": "Tarde en el Trastevere", "En el Panteón" o "Visita al Vaticano".

Esta es una de las peculiaridades de la fotografía nocturna (¡ojo, no es exclusiva de esta modalidad!). Cada fotografía tiene un trabajo detrás. Cada fotografía tiene una planificación, y en muchas ocasiones, quizá la mayoría, una historia que para que pueda ser transmitida en su totalidad al público de esa foto (con público me refiero a cada persona que observa esa foto, y que no sea el propio autor de la misma), pienso que es importante que el autor dé un nombre a esa foto.

Pensadlo sólo un momento. ¿Es lo mismo ver una foto que se llama "Untitled" que una foto que se llama "No pasaréis"? Ponerle título a una foto es culminar un trabajo nuestro. Un trabajo del que estamos orgullosos. No ponerle un título es dejar un trabajo a medias.

No sé vosotros, pero si yo me encuentro una foto que técnicamente es correctísima, que es preciosa y que deja con la boca abierta, pero que no tiene título, lo primero que pienso es "el autor hace fotos como churros (buenos churros, eso sí)". Pensaría que el autor es muy bueno (quizá el mejor) a la hora de sacar una foto, pero pensaría que no ama el resultado de su trabajo.

Por todo esto, haya o no haya una historia detrás de la foto, sea nocturna o no, hay que intentar poner nombre a las fotos, pues el nombre hace una foto diferente de otra. 

El título de la foto, además, nos ayuda a entender en muchas ocasiones lo que el autor ve o siente cuando observa su trabajo terminado. Y es que la misma foto, con títulos diferentes, puede transmitir cosas que no tienen nada que ver la una con la otra. Un ejemplo es la foto de esta noche. Inicialmente tenía pensado darle un título muy diferente al que tiene. Y es que mi visión de la foto cambió por completo cuando conocí la historia del sitio que os muestro en la foto.

Se trata de la "Casa Palata" o, como se conocía también, la "Casa de la Patata". Hoy en ruinas, en su momento fue el centro de mando del General Líster, del bando republicano, durante la batalla de Brunete. Casi nada, ¿verdad? La batalla de Brunete. Mucho se puede escribir sobre esta contienda, pero sólo diré que se trató de una ofensiva iniciada por el bando republicano para reducir las fuerzas franquistas, en su intención de iniciar una marcha para tomar el norte (Cantabria y Asturias).

Sobre la foto, en principio simple, algunas cosas que contar. Para la realización de la toma, me salté una de las reglas que hay que intentar no saltarse nunca, y que está en los primeros puestos de la lista de las "Reglas del Fotógrafo Nocturno" (no existen tales reglas, pero sí hay recomendaciones :-)): "¡¡¡Nunca vayas solo a hacer fotos!!!" No voy a intentar excusarlo, porque no tiene excusa. Simplemente fui y punto (por favor, no lo hagáis vosotros).

La casa en cuestión ya la vi en otras 2 fotos nocturnas, ambas muy buenas, y ambas muy correctas en cuanto al encuadre. Esta foto que os muestro peca de algo relacionado con eso mismo: está muy encajonada. ¿Por qué entonces no hacer la foto más alejado o con una focal mayor que nos permita dar más aire a la foto, especialmente por los lados? Primero porque no tengo una focal mayor a 11mm. Segundo, porque este encuadre es el que iba buscando. Me explico. Mi intención con esta foto fue la de transmitir una sensación de pared, piedras y escombros cayendo sobre el espectador. Para ello, fue necesario colocar la cámara muy cerca del final de la "lengua" formada por la cantidad de escombros caídos.

En cuando a la realización, carrera para arriba y para abajo para entrar y salir de la casa con cuidado de no iluminar la escena por descuido, y de no caerme entre tanto escombro (eso más complicado), e iluminación realizada con flash y linterna de luz blanca, ambos con gel rojo acoplado, para el interior de la casa, un poquito de contaminación lumínica para el exterior de la casa, y para destacar toda esa lengua de escombros, un poco de linterna (Mini Mag-Lite) de xenon.

Por último, ¿quieres ver dónde estaba la cámara en el momento de tomar la foto? Pulsa aquí...

Los datos EXIF: 

Cámara: Canon 500D 
Focal: 11 mm 
Exposición: 42 sg 
Apertura: f/3,5 
ISO: 400






miércoles, 12 de febrero de 2014

Sueños Reales

Aquellos que sigáis con cierta frecuencia este blog, ya conoceréis de sobra mi atracción por las antiguas construcciones y lo que me gusta que sean objeto de mis fotografías. Vamos, que me ponen una piedra y me vuelvo tonto :-). En esta ocasión, vamos a ver una nueva fotografía del castillo de Barcience.

La fortaleza de Barcience, perteneciente a la Orden de Santiago, fue cedida en el siglo XIII por el Gran Maestre de la Orden, en aquel momento, don Enrique IV de Castilla, al adelantado don Alfonso Tenorio, cabeza de familia de los Silva, condes de Cifuentes. Éstos mandaron la construcción del castillo, iniciada por Juan de Silva y concluida por su nieto.

Tras pasar por varias casas ducales, los Pastrana lo donaron al papa León XIII, quien, junto con el término municipal y el pueblo, lo vendió a don Cirilo Calderón, hombre con gran visión de negocios, que consiguió hacer de Barcience, y concretamente de sus fincas, un gran emporio en lo que a explotación agropecuaria se refiere. En la actualidad toda la extensión agropecuaria pertenece a don Roberto Barthe Calderón, biznieto de don Cirilo Calderón.

No se atribuyen a este castillo acciones bélicas, pues no hay documentos que así lo atestigüen.

La fotografía que hoy os muestro se realizó la misma noche en que se hizo Castillo de Barcience. Al igual que aquélla, ésta no requirió un aporte adicional de iluminación. Y es que no siempre la contaminación lumínica es un mal aliado. Muchas veces, cuando se trata de iluminar escenarios de grandes dimensiones, como pueden ser castillos, la presencia de una fuente de luz constante y estática, bien sea la presencia de un pueblo más o menos cercano, o de la luz de la luna, puede ayudar a repartir de forma uniforme iluminación sobre aquello que queremos iluminar.

Yo, personalmente, si puedo que elegir, me quedo con la luz que da la luna, pues es mucho más suave, tirando a blanca, y más fácil de manejar, que la luz que puede dar las farolas de un pueblo, ciudad, que suele ser mucho más fría (entre 2000 y 3000 K), y que puede ser complicada de manejar.

Cuando encontré la posición desde la cual disparé la foto, sólo tuve que encuadrar, enfocar, elegir el balance de blancos adecuado y elegir los mejores valores para los parámetros fotográficos típicos, a saber, tiempo de exposición, apertura de diafragma, ISO. Para ello, y como quería sacar el mayor número de estrellas, ajusté la apertura de diafragma al mayor valor que me permitiera sacar nítido la totalidad de los elementos que aparecen en la foto. Es decir, que debía elegir la mayor apertura de diafragma cuya distancia hiperfocal me permitiera mostrar enfocados todos los elementos de la foto.

Ajustando este valor de apertura, en este caso 2,8, y teniendo en cuenta que además quería tener un cielo con estrellas estáticas (lo que, en mi caso, me obligaba a disparar aproximadamente 45-50 sg), el valor de ISO había que ajustarlo a 400. Esto, al menos, es lo que la regla de reciprocidad dice :-). Con estos parámetros, obtenemos la foto que os muestro abajo.

Antes de nada, ¿quieres ver desde dónde se hizo esta foto? Pulsa en:

Antes de...

Los datos EXIF: 

Cámara: Canon 500D 
Focal: 11 mm 
Exposición: 50 sg 
Apertura: f/2,8 
ISO: 400







martes, 4 de febrero de 2014

Venturada III

La fotografía que vamos a ver en esta ocasión es una de las 4 ó 5 con las que quedé satisfecho una noche de octubre del año pasado. Lo cierto es que, a pesar de la luz fuerte y difícil de dominar que procedía de las viviendas cercanas (aproximadamente 100-200 metros), esa noche, aparte de divertida fue fructífera. A ello contribuyeron diferentes factores que fueron apareciendo y desapareciendo a lo largo de la noche: viento, nubes, claros y, para rematar, la presencia de la Luna a altas horas de la madrugada.

Lo peor de la noche, la cantidad de veces que tuve que subir y bajar de la atalaya para poder colocar el flash, no ya en un sitio en el que la iluminación fuera la que buscábamos, no... sino para colocar el flash en un sitio en el que el receptor del flash pudiera captar las órdenes de disparo. Sí, lo sé. Eso me pasa por no revisar toooodas las baterías recargables con las que hay que salir de casa. En fin, menos mal que uno está ágil :-)

Y ahora que nombro el flash, os cuento cómo hicimos la iluminación de la escena. Como acabo de decir, el interior de la atalaya se iluminó con un flash al que se conector un receptor remoto inalámbrico y que disparamos desde abajo. Como podréis suponer, en el flash se colocó un gel de color rojo para dar el tono que veis en la foto a la entrada de la atalaya.

El resto de la escena se iluminó con linternas de luz cálida. En concreto se usaron 2 linternas mini maglite. La primera se utilizó desde la izquierda de la cámara, en perpendicular a las piedras. La segunda, desde la derecha, más en concreto, desde detrás de la cámara (no mucho, pues no había demasiado espacio).

Por último, en postproducción, para conseguir que el cielo no tuviera un tono amarillo demasiado molesto, se bajó el compensador del balance de blancos a 2750K, pues, por desgracia, la Canon 500d no tiene un regulador de temperatura.

Y poco más. Como comentario, sólo decir que las nubes que aparecen en la foto fueron las únicas de la noche, y nos acompañaron durante poco tiempo, así que había que aprovechar y sacar foto.

Hasta la próxima!


Los datos EXIF:

mara: Canon 500D 
Focal: 11 mm 
Exposición: 45 sg 
Apertura: f/2,8
ISO: 400